Mi primer acercamiento al yoga fue hace siete años. Suelo acumular mucha tensión en la zona de las cervicales y quería hacer algún tipo de ejercicio para corregir la postura y estirar mi cuerpo que siempre parecía estar aprisionado. En ese momento comencé con Hatha Yoga y aunque solo pude ser constante por un periodo de seis meses, noté una gran mejoría en mi espalda y mis visitas al fisioterapeuta comenzaron a espaciarse. Además, aprendí que en el yoga no es importante lograr la perfección y que la respiración era una gran aliada a la hora profundizar las posturas. Pasaron tres años hasta que volviera a encontrarme con el yoga. Yo estaba en un período muy complejo y quise experimentar con una sesión de Yoga Nidra. Necesitaba relajarme y hablaban maravillas de este tipo de yoga que logra inducirte en un sueño profundo. Volví a conectar con mi cuerpo y a darme cuenta de que necesitaba que le prestara atención y comencé de nuevo la práctica regular del Hatha Yoga. Lo que aprendí en esta nueva fase era que no sabía respirar y que me costaba muchísimo hacerlo de una manera lenta y profunda. Conocí lo que era la respiración completa y empecé a ponerla en práctica también en mi vida cotidiana. Sufro de ansiedad y muchas veces, poner la atención en mi respiración, me ha ayudado a gestionar los ataques e impedir que fueran a más. Tuve que distanciarme del yoga una vez más pero retomé mi historia con él el pasado enero de 2018. En esa época mi estado de salud era delicado pero sabía que si no movía mi cuerpo no lograría recuperarme por lo que me animé a hacer mi primera clase de prueba en MiYoga. A día de hoy estoy muy orgullosa de haber logrado llevar un año de práctica continuada en este centro. Durante los primeros meses, ir a clase de yoga era a lo único que me obligaba y también era casi el único lugar donde podía estar presente conmigo misma sin que importara si lo estaba haciendo bien o mal. No me sentía juzgada, y no importaba quién era yo y lo que traía de fuera. Importaba sentirse agradecida por estar ahí simplemente siendo, respetando mi cuerpo, mis emociones, mi mente y mi alma. Allí sobre la esterilla, siempre está todo bien. El yoga es un compañero amable y silencioso. Pareciera que no está cuando te encuentras con él varias veces a la semana pero se nota muchísimo su ausencia. Tu cuerpo te pide que vayas a verlo, que te encuentres con él y al final de tu práctica, cuando agradeces haberte traído a clase y observas la diferencia en tu cuerpo tras haberlo ejercitado, sabes que ha merecido la pena.
Belén Valiente
Alumna de MiYOGA. Apasionada del crecimiento personal, buscadora incansable del bienestar y amante de las letras. A través de la escritura intento entender el mundo, el de dentro y el que me rodea. Hace dos años publiqué mi primer libro de poesía "Nudismo" (a la venta en MiYOGA). Si puedes pasarte por su siguiente taller te lo recomendamos. Será en la librería Solican de La Laguna, Plaza de San Cristóbal 22, local 11.